domingo, 2 de enero de 2022

ADOLESCENCIA, ALIMENTACIÓN Y REDES SOCIALES: UN COCTEL EXPLOSIVO.

  El tema de la salud mental ha cogido protagonismo en los últimos tiempos. La pandemia y el confinamiento han contribuido a hacer más complicada una de las etapas más delicadas de la vida de una persona: su adolescencia. Sumado a esto, la sobreexposición y mal uso de las redes sociales está dinamitando el equilibrio emocional de muchos adolescentes. No, no es el guión de una película estadounidense, es la realidad que nos encontramos en las aulas, es la realidad que me encuentro yo mismo en mi aula. Los problemas emocionales son cada vez más visibles. Uno de ellos es el tema de la alimentación y los conocidos como TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria).


   Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) se definen como alteraciones psicológicas relacionadas con la ingesta de alimentos. Están originados por la combinación de diferentes causas de origen biológico, psicológico, familiar y sociocultural, y provocan consecuencias para la salud tanto física como mental de la persona.

   Aunque los dos más conocidos son la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, también existen otros, como el trastorno por atracón, el trastorno de la conducta alimentaria no especificado, la ortorexia (obsesión por la comida sana) y la vigorexia (obsesión por el ejercicio físico)

Los TCA en la gran pantalla.

   Los valores e ideales relacionados con la imagen corporal se difunden en la sociedad fundamentalmente a través de los medios de comunicación (Toro y otros, 1989).

   No es un tema reciente, pues existen ya películas que abordan estos problemas, sobre todo anorexia y bulimia, desde hace décadas: Secreto compartido (2000), protagonizada por Alison Lohman, se centra en el TCA de la bulimia; Por el bien de Nancy (1994) narra la historia autobiográfica de la actriz estadounidense Tracey Gold y su TOC asociado a anorexia; Una hija casi perfecta (1981) una de las primeras películas en abordar estos trastornos. La actriz Jennifer Jason Leigh muestra todas las características de sufrir anorexia: los vómitos, la obsesión por el ejercicio físico intenso, la obsesión por mantenerse “delgada” y por no engordar ni un gramo; Hasta los huesos (2017) donde la protagonista sufre anorexia severa; Inocencia interrumpida (1999) que aborda la problemática de estos trastornos y su incidencia en la etapa de la adolescencia; Ser gorda como yo (2007) protagonizada por Kaley Cuoco refleja el TCA por atracones. He dejado para el final Hambre al límite (2014), pues me sirve para conectar con el tema que vamos a analizar en este post: la relación entre esta problemática y las redes sociales. 

Hambre al límite (Thinspiration, 2014)

   La película narra la historia de Hanna (Laura Slade Wiggins), una bailarina adolescente de 17 años muy exigente y obsesiva con la perfección. Consecuencia de esto, Hanna se une a una página web llamada “Thinspiration” (hablaremos de este tipo de página proana y promía después) que incentiva a adelgazar a sus usuarios llegando a niveles extremos y poniendo en riesgo su salud e incluso la vida. Al cabo de un tiempo, Hanna comienza a interactuar con algunos usuarios, abstenerse de comer y realizar ejercicio físico en exceso. Las metas de pérdida de peso que se va proponiendo se le van quedando cortas y se marca objetivos más peligrosos y extremos, desarrollando un proceso de anorexia muy grave que hace que sus padres acaben por buscar ayuda profesional. 

   Adolescencia, redes sociales y alimentación: un coctel peligroso.

 Este artículo está redactado por Clara Arjona Vela (@khiiaraxx_17), alumna de 4º ESO, y Nuria Kämpfe Sánchez (@shadowslikeme), alumna de 3º ESO del IES Los Molinos (Conil de la Frontera, Cádiz).

   La adolescencia es el período de transición entre la niñez y la adultez. Es una etapa muy importante en la vida de una persona porque en ella tienen lugar grandes cambios: físicos, emocionales y sociales. Es una etapa en la que los adolescentes buscan su propia identidad y personalidad. Los miedos e inseguridades que aparecen en este camino pueden hacer que sean más vulnerables a problemas relacionados con la salud mental. 

   Al entrar en esta etapa, entramos en un periodo de tiempo en el cual la aceptación propia y social se nos hace muy importante. Una de las formas más sencillas y rápidas de lograr esta aceptación es a través de las redes sociales, pero como todo, esto depende del uso que le demos.

   El uso de las redes sociales como método de relación se ha colado con fuerza en esta etapa en los últimos años. Un estudio elaborado por la Universidad de Zaragoza entre jóvenes de 13 a 16 años muestra datos escalofriantes: Un 98% de los adolescentes en esa edad tiene un teléfono móvil y la mitad está al menos 4 horas al día conectados a una red social. Las motivaciones por las que los jóvenes lo hacen pueden sintetizarse en la siguiente fórmula: entablar contactos + interactuar con amigos + generar nuevos vínculos + crear comunidad.

   Si bien las redes pueden ser una fuente potencial de innovación, creatividad y aprendizaje, su uso excesivo está generando un empeoramiento de la salud mental de los adolescentes en varios aspectos: Adicción, que provoca menos calidad del sueño y aislamiento de la realidad, ciberacoso y problemas de privacidad, excesiva fijación en su imagen personal (sobre todo la física) y mayor probabilidad de acabar sufriendo ansiedad y depresión con riesgo de acabar en autolesiones e ideas suicidas y sobre todo el acceso a información equivocada sobre aspectos muy importantes en sus vidas. Uno de ellos es la alimentación.

   Para agravar el problema, la etapa de confinamiento a raíz de la pandemia de Covid-19 provocó un fuerte aumento del uso de estas. El crecimiento de usuarios y número de horas que estos pasan delante de su teléfono móvil ha superado ya al de la televisión. 6 horas y 54 minutos, este es el tiempo medio global que pasaron nuestros adolescentes al día en internet durante la pandemia, según indica un estudio que Hootsuite y We Are Social han llevado a cabo para Digital 2021, su último informe anual sobre las redes sociales y tendencias digitales.

Datos del estudio Digital 21 sobre consumo de internet.

   Si este uso fuese responsable, los problemas no serían graves. Sin embargo, el mal uso de las redes sociales ha provocado que la salud digital empeore durante la pandemia. Uno de los ejemplos sobre los que debemos poner el foco de atención es el incremento de los casos de TCA en adolescentes derivados de la información errónea que reciben de las redes.  

   La preocupación por el aspecto físico, la sobrevaloración del cuerpo en el seno de la autoimagen general, afecta angustiadamente a muchos de nuestros adolescentes de ambos sexos. Aunque esta preocupación es cada vez más visible, es algo que no es nuevo, ya en 1986 un estudio elaborado por Cash y sus colaboradores en EEUU daba cifras preocupantes: "el 82 % de los varones y el 93 % de las mujeres manifiestan y experimentan una intensa orientación hacia la apariencia física. Otra investigación permitió constatar que el 95 % de las mujeres sobreestiman las medidas de su cuerpo" Esta excesiva preocupación acaba derivando irremediablemente en un TCA.

   Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son trastornos psicológicos graves que conllevan alteraciones de la conducta alimentaria. La persona afectada muestra una fuerte preocupación en relación al peso, la imagen corporal y la alimentación, entre otros. Estos trastornos afectan en mayor medida a las mujeres (90%) en comparación con los hombres (10%), y la mayor incidencia se produce entre los 12 y los 18 años, curiosamente, la etapa adolescente. 

En los TCA únicamente vemos la punta del iceberg.

   Recientemente, un estudio de la Universidad de Aston (Birmingham) afirma que los usuarios de las redes sociales modifican su dieta en relación con lo que comen los perfiles a los que siguen. El 60% de los pacientes con trastornos alimentarios busca contenidos en internet que ponen en riesgo su salud. El 85% de los pacientes comienza a buscar contenidos de esta naturaleza cuando son menores de edad, y 1 de cada 4 siguen haciéndolo cuando son adultos.

  Seguramente podríamos decir que la relación entre los trastornos alimentarios: anorexia, bulimia, trastorno por atracón… y el mundo digital se unió en los años 90 cuando aparecieron las llamadas páginas Pro Ana y Pro Mia: páginas en las que, centrándose en la anorexia, en el caso de las Pro Ana, y, en la bulimia, en las llamadas Pro Mia, buscaban almacenar y compartir “técnicas” para adelgazar de manera extrema.


   Actualmente, redes como Tiktok, Youtube, Instagram, Twitter y Snapchat se han vuelto "indispensables" en el día a día de la mayoría de adolescentes y son pocos los que renuncian a tener presencia en alguna de estas redes. Esto ha ayudado a normalizar enfermedades como los trastornos de la conducta alimentaria.

 


   La sensación de soledad y de no ser comprendidos por su entorno son características muy frecuentes en las personas que padecen un TCA. Este es un motivo por el cual muchas personas afectadas buscan ese vínculo y comprensión en internet.

La búsqueda de la valoración es un peligro en las RRSS.

   Una de las formas más dañinas de hacerlo es el “Sadfishing”, la nueva tendencia de los influencers. Este término fue acuñado a comienzos de 2019 por la escritora Rebecca Reid y consiste en publicar problemas emocionales con el objetivo de despertar compasión o la atención en la comunidad de internautas. Aunque parezca una costumbre inofensiva, los expertos sugieren que esta nueva tendencia perjudica a los usuarios que sufren de verdaderos problemas psicológicos como depresión, ansiedad o los mencionados problemas de conducta alimentaria. 

   Algunas plataformas como Pinterest, Tumblr y el propio Instagram comenzaron a vetar el contenido que hace apología de los TCA dado el peligro que supone en las redes sociales mediante filtros de los hashtags más empleados. No obstante, la comunidad pro-TCA adaptó el lenguaje para seguir publicando en las redes sociales. Esta comunidad habla de estos trastornos como un estilo de vida, pero en el fondo de los mensajes se puede observar un profundo sufrimiento.

   Como vemos, la alimentación es un proceso que se ha ido disfrazando de mitos a lo largo de los años, y como si fuera una plaga de expansión inmediata, estos mitos se han propagado mucho gracias a las redes. Según el Estudio Anual Redes Sociales 2018 un 72% de los internautas sigue a “influencers” que hablan sobre alimentación. Esto no siempre debe ser malo ya que hay personas que están especializadas en ello y lo comparten.

   Profesionales de la alimentación que comparten sus conocimientos en las redes son muchos. En el periodo entre julio de 2017 y el 30 de junio de 2019, los divulgadores en nutrición con mayor presencia e influencia en las redes eran: Julio Basulto (@JulioBasulto_DN), Miguel Ángel Lurueña (@gominolasdpetro), Juan Revenga (@juan_revenga), Virginia Gómez (Dietista enfurecida), Lucía Martínez (dimequecomes), Aitor Sánchez (@midietacojea) o Carlos Ríos (@nutri_rivers). A estos se les han ido sumando nuevas caras que se han vuelto populares tanto en los medios como en las redes. Algunos de ellos son Gemma del Caño (@farmagemma), Beatriz Robles (@beatrizcalidad) o Javier Sánchez Perona (@malnutridos), y otros menos mediáticos, pero igualmente recomendables y que podemos encontrar en Instagram como purplerainnutrition, raquelobaton, nutricionsara o nutritionisthenewblack (perfil de Victoria Lozada, nutricionista que junto a Stefy Fernández ha creado "Esto es nutrición"  un espacio en la red desde el que ofrecen información sobre nutrición basada en ciencia y experiencia tratando de derribar falsos mitos y combatiendo la "gordofobia" para intentar concienciar de que la imagen y el peso no determinan la realidad de una persona)

Principales divulgadores en materia de alimentación.

   Sin embargo, incluso en estas cuentas contrastadas, existe un lado oscuro que se muestra cuando el usuario (agravado si esta persona es adolescente) se obsesiona demasiado con los conceptos de alimentación sana y cuerpo perfecto o tergiversa, malinterpreta y descontextualiza esta información. De esta forma, aunque el objetivo es ayudar a conseguir una alimentación saludable, se acaba convirtiendo en información dañina para personas con una TCA.

   Para agravar más este daño, las redes están llenas de youtubers, tiktokers o instagramers que se atreven a divulgar sobre conceptos tan complejos como la alimentación sin estar correctamente formados para ello. Muchos internautas idealizan y popularizan a estos "falsos divulgadores" y creen a pies juntillas sus opiniones y consejos construyendo un concepto de “alimentación sana” equivocado. Esta construcción puede conducir a la obsesión y acabar generando un TCA.

   Algunos youtubers que han superado un TCA y ahora comparten su experiencia para ayudar a personas que las sufren y que pueden servir de ayuda para evitar estos problemas de conductas alimentarias son Rebecca Leung, Jessie Paege o Renee Amberg o sin irnos más lejos, cerca de nosotros el ejemplo de la remera vasca Sandra Piñeiro que hace más de un año quiso visibilizar su problema con la alimentación en las páginas de su libro titulado "Remando en la oscuridad"

   Entre el 1% y el 4% de la población española sufre alguno de estos problemas. Cuando te obsesionas con algo, la información incierta únicamente puede hacer una cosa: incrementar esta obsesión. Por ello, al mirar datos y publicaciones sobre alimentación debemos tener cuidado y ser muy críticos. Ante todo, tenemos que asegurarnos de la formación de la persona a la que estamos siguiendo. 

Las redes pueden promover la aparición de TCA.

   Personalmente pienso que las RRSS no son malas (hablando sobre este tema). Se convierten en dañinas cuando un uso excesivo de ellas nos lleva a cambiar drásticamente nuestra forma de pensar. Para aquellas personas que, por falta de tiempo, distancia o dinero es difícil permitirse acudir a un/a nutricionista o para aquellas personas que simplemente quieran informarse más está bien que existan cuentas que divulguen sobre alimentación saludable de una manera fiable.

La peligrosa relación entre redes sociales y alimentación.

   Al fin y al cabo, estar saludables es uno de nuestros objetivos ¿no? Una buena salud es beneficiosa para nosotr@s. Sin embargo, debemos tener muy presente, como decía al principio, que el concepto de alimentación sana está lleno de mentiras, falsos mitos y bulos  que es necesario desmentir. A veces este concepto se pinta de una manera tan sencilla y equivocada que parece que comer sano es comer únicamente fruta y verdura, cuando en realidad los factores principales que convierten una alimentación en adecuada son varios: Adaptarla a nuestras condiciones individuales, que sea completa y equilibrada con los nutrientes que nos aporta, energéticamente suficiente, segura, asequible económicamente, sostenible con el medio ambiente y sobre todo satisfactoria y placentera ¡Comer debe ser un placer!

Comer debe ser una experiencia placentera.

    Una alimentación adecuada a nuestro entorno y situación individual es fundamental e importante, al fin y al cabo, la nutrición es una función vital. Nuestro organismo necesita realizarla para sobrevivir. Igualmente, necesitamos que nuestro cuerpo (por dentro y por fuera) esté bien y sin una alimentación apoyada en los factores anteriores esto no ocurre.

   En conclusión, todo en exceso es perjudicial. Debemos tener cuidado a la hora de escuchar consejos sobre vida sana, ser críticos y cuidarnos nosotr@s mism@s. Debemos tratar de ser responsables y, sobre todo, pensar siempre en aquello que es mejor para nosotr@s en todos los aspectos de nuestra vida y particularmente en lo referido a la alimentación. Únicamente si conseguimos querernos y valorarnos podemos lograr un equilibrio completo entre nuestro aspecto físico, equilibrio emocional y relaciones sociales que permitan asegurar que estamos realmente sanos. 

   El estigma que rodea la salud mental es uno de estos temas sin resolver. Por ello es necesario hablar de ello cada día para tener más conocimiento y para trabajar adecuadamente la prevención.

   No debemos dejar que el silencio nos haga pequeños, jamás. Necesitamos hablar.

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